sábado, 17 de agosto de 2013


En el México prehispánico existieron pequeñas cuentas del tamaño de la chaquira hechas de diversos materiales: jade, turquesa y pizarra, entre otros, pero no hay indicio de que las mismas fueran aplicadas sobre algún textil.
Se desconoce a partir de cuándo aparece en México la chaquira como elemento de ornamentación en diversas prendas de vestir, como joyería o como complemento decorativo de ciertos objetos ceremoniales que en su conjunto son usuales en algunos grupos étnicos: cucapás, tarahumaras, huicholes, purépechas, mestizos y afromestizos de la mixteca de la costa; otomís de Tlaxcala y de la Sierra Norte de Puebla, kicapus de Coahuila, náhuas de Guerrero, Hidalgo, Puebla, Veracruz y Distrito Federal, así como náhuatl de Puebla.
Es posible que, inicialmente, el empleo de la chaquira haya estado circunscrito a las altas esferas coloniales y que, la observación y eventual aprendizaje de su aplicación por parte de la servidumbre, mayoritariamente indígena, fuera el conducto para llegar a las comunidades de origen. Lo cierto es que el color y el brillo del entonces novedoso material llamó poderosamente la atención del indígena que gustoso lo incorporó a su atuendo para su lucimiento personal.

Si hiciéramos un mapa de los lugares donde el trabajo con chaquira es más frecuente, observaríamos que predomina en el occidente de México: Coahuila, Chihuahua, Baja CaIifornia, Nayarit, Jalisco, Michoacán, Guerrero y Oaxaca. En el altiplano central únicamente se emplea en la actualidad en Milpa Alta, en el Distrito Federal.

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