En el México
prehispánico existieron pequeñas cuentas del tamaño de la chaquira hechas de
diversos materiales: jade, turquesa y pizarra, entre otros, pero no hay indicio
de que las mismas fueran aplicadas sobre algún textil.
Se desconoce a partir de cuándo
aparece en México la chaquira como elemento de ornamentación en diversas
prendas de vestir, como joyería o como complemento decorativo de ciertos
objetos ceremoniales que en su conjunto son usuales en algunos grupos étnicos:
cucapás, tarahumaras, huicholes, purépechas, mestizos y afromestizos de la
mixteca de la costa; otomís de Tlaxcala y de la Sierra Norte de Puebla, kicapus
de Coahuila, náhuas de Guerrero, Hidalgo, Puebla, Veracruz y Distrito Federal,
así como náhuatl de Puebla.
Es posible que, inicialmente, el
empleo de la chaquira haya estado circunscrito a las altas esferas coloniales y
que, la observación y eventual aprendizaje de su aplicación por parte de la
servidumbre, mayoritariamente indígena, fuera el conducto para llegar a las
comunidades de origen. Lo cierto es que el color y el brillo del entonces
novedoso material llamó poderosamente la atención del indígena que gustoso lo
incorporó a su atuendo para su lucimiento personal.
Si hiciéramos un mapa de los
lugares donde el trabajo con chaquira es más frecuente, observaríamos que
predomina en el occidente de México: Coahuila, Chihuahua, Baja CaIifornia, Nayarit,
Jalisco, Michoacán, Guerrero y Oaxaca. En el altiplano central únicamente se
emplea en la actualidad en Milpa Alta, en el Distrito Federal.
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